Analía Cardozo, era la joven más puta del pueblo.
Exhibía impúdicamente sus provocativos escotes y se mojaba los hombros, cada vez que le cambiaba el agua a las gallinas. Se sentaba a coser en los bancos de la Plaza, sin mantener la postura decorosa de las otras muchachas.
Nadie, en su sano juicio, podía negar estas verdades.
Todos se sentían lascivamente deseados, por sus ojos negros y voluptuosamente llamados a la osadía, por su constante perfume a sándalo.
Nadie, ni hombre ni mujer, en su sano juicio, podía negar estas verdades.
Estaba en boca de todos, que durante los meses que se fue a cuidar a su abuela, a la gran ciudad, había destrozado a una centena de voluntades. Que por ella pasaron dos docenas de marinos, en la misma noche. Que se ganó afanosamente unas monedas haciendo debutar a cuarenta y siete muchachitos de la escuela Técnica. Y que al resto lo había completado por gusto, manteniendo fugaces relaciones en las plazas y satisfaciendo por propio gusto con su cuerpo, a hombres y mujeres que seducía en el transporte público de pasajeros.
Analía Cardozo era la joven más puta del pueblo.
También es justo decirlo, que nadie, en el pueblo, podía dar constancia, de haber disfrutado de sus carnes. Ni hombres ni mujeres.
Analía Cardozo era la puta más virgen de los sueños. Negaba sus favores a quienes se dormían con la verga despedazada de pensarla durmiendo.
Por una u otra razón ella les negaba la voluntad de los deseos, cuando los varones, o las mujeres del pueblo, le buscaban las caricias durante los sueños. Ella siempre aparecía para estropearles el día. Ni soñando podían verla desvestida. Ni podían tocarla. Ni morder su amorosa perfección en la boca. Ni en sueños ella dejaba que ellos y ellas, le mostraran sus excitadas carnes, durmiendo.
Ni bien el cansancio llegaba y hombres y mujeres se dormían soñando y soñando aparecía por sus sueños el suspiro de Analía Cardozo, la joven más puta del pueblo. Rigurosamente algo sucedía. Analía Cardozo se iba o aparecía el cura párroco a hablarles del demonio. Con ello, los sueños le dejaban lugar a una telaraña caliente que les volvía amarga la sangre.
Analía Cardozo, era la virgen más puta del pueblo.
De ese pueblo de mierda, que ni en sueños podía desflorarla.
Ernesto Argañaraz
Enero/2011