viernes, 13 de agosto de 2010


Carlos Reymundo Roberts
"El sueño de mi vida: ser un bloggero K"
Carlos Reymundo Roberts
Ya sé qué quiero ser cuando llegue a grande: blogger K. Si la vida quiere darme un premio, pido ése: formar parte del ejército de hombres y mujeres de este país que día tras día -llueva, truene o relampaguee- toman la lanza y salen en defensa de su gobierno, más a matar que a morir.

En tiempos de descreimiento general, de desideologización, de individualismo feroz, ellos se agrupan y se alistan para presentarles una batalla diaria a los medios de comunicación y a sus esbirros, los periodistas.

La escena ha de ser conmovedora: miles de jóvenes (bueno, así los imaginaba yo, pero me dicen que hay gente de todas las edades) que, por pura vocación, por sus más profundas convicciones democráticas y en resguardo del destino de la patria, se despiertan cuando todavía es de noche, leen rapidito diarios y sitios de Internet, detectan al enemigo y, antes siquiera de tomar un café o de cepillarse los dientes, ya están armados frente a sus PC. Convencidos, entusiasmados, allí empieza la segunda parte de su trabajo, que en realidad no es tan complicado: consiste, básicamente, en destruir al autor de la nota que haya osado rozar al Gobierno. Destruirlo significa eso: hacerlo papilla, meterse con su medio, con su historia (cualquiera que ella sea), con su apellido y hasta con su cara.

No es una guerra de argumentos, claro está, porque no hacen falta, y eso es lo tentador del trabajo: si alguien critica a los Kirchner obedece, en todos los casos, a que es reaccionario, fascista, ultramontano; a que está al servicio de la Sociedad Rural, del neoliberalismo o del capitalismo salvaje, o a que los dueños de su diario le han obligado a escribir eso.

Para ese ejército de esforzados servidores, lo que dice el artículo en cuestión casi no importa, o importa muy poco. Pobres, de tanto apuro quizá no han tenido ni tiempo de leerlo. Expertos sabuesos, ya el título les ha de dar la pista. Temo que, con total malicia, un día alguien escriba un largo elogio del Gobierno, hasta que en la última línea aclare que todo lo anterior era una farsa. ¡Qué horror, cuántos bloggers K van a caer en la trampa! ¿Alguno llegará hasta esa última línea?

La consigna de nuestros héroes parece ser: hay que entrar rápido en los foros de Internet, en los blogs, en Twitter, y dejar la impronta. Hay que marcar tendencia, y hay que hacerlo antes que los otros enemigos: aquellos a los que la nota les ha gustado. Para éstos también habrá fuego, por supuesto, aunque sin perder de vista que apenas son tropa y que el general es el autor del artículo, al que, si es posible, hay que convencerlo de que más le hubiese valido escribir para la revista de los bomberos voluntarios de su barrio.

¿Es la admiración lo que me lleva a detectar a un blogger K y a no confundirlo con cualquier persona que pueda salir en defensa del Gobierno? No, no es la admiración, sino el olfato. Hay cierto aire de familia en los bloggers oficiales. Son madrugadores, son furibundos, no pierden tiempo discutiendo razones, están horas frente a las pantallas, aman la descalificación y no muestran ni la más mínima intención de ceder nada, nunca y ante nadie.

Otro rasgo común es su reacción cuando alguien los descubre y los acusa -con total injusticia, por supuesto- de estar a sueldo de la Casa Rosada. Allí se despiertan sus más bajos instintos (si es que no estaban despiertos ya) y arremeten sin piedad. Alguien comentaba el otro día que era muy fácil entrar en un foro y distinguir a los bloggers K: "No argumentan: sólo agreden e insultan".

Días atrás conté en Twitter mi sospecha de que esa fuerza de choque en Internet también tiene una división dedicada a los programas de radio que difunden los mensajes de los oyentes. Algunos llamados, en cierto magazine de la mañana, me habían parecido sugestivos. Alguien contestó que sí, que era así, que se los denomina "llamadores K" y que su jerarquía es superior a la de los " twitteros K", pero menor que la de los bloggers K, que son una suerte de tropa de elite. De lo cual concluí que ni siquiera los Kirchner, tan igualitarios, han logrado que en sus filas no reinen la lucha de clases y la discriminación.

En mi intención de ser algún día uno de esos soldados, me lleno de preguntas. ¿Quién los comanda? ¿Cuántos son? ¿Cómo los reclutan? ¿Cuál es el mínimo de horas que hay que servir a la causa? Y el gran tema: OK, acepto que no reciben un peso, que es vocacional, que es espontáneo, pero? ¿alguien podría decirme a cuánto asciende ese sueldo que no cobran?

Por cierto, también me pregunto cómo tomará este cuerpo tan cohesionado, tan uniforme, esta nota que le dedico. ¿Entenderán que está escrita con ánimo de elogio, de reconocimiento, o creerán, en una lectura superficial, que es una crítica, una más de las muchas que reciben por estos tiempos? Hay una sola forma de saberlo. Darla por terminada y escucharlos. Soldados, si llegaron hasta aquí, adelante: ustedes tienen la palabra.




Señor Carlos Reymundo Roberts, logró lo que pobremente se propuso: Que su nota sea comentada.
No se exactamente a que categoría de las tristemente expuestas por usted, pertenezco. Quizá a varias, con mis cuarentaypico, Medico, en ejercicio formal y regular de ferretero. Clasemedión. Generalmente luchando el mango. Pagando los impuestos atrasados. De procedencia zurda o peronista, que más da. No le voy a explicar si soy rentado o no. Cuánto y cómo me paga este Gobierno. Ni las veces que los puteo yo mismo porque me rompe las pelotas que entibie la comida cuando algunos la queremos comer caliente. Si de algo le sirve, y tiene contador de visitas en la página, quizá se alegre viendo que la vimos. Quizá lo reconforte un rato que al menos, escribiendo basura (y usted sí: Rentado), álguien se tome el trabajo de contestarle.
Le voy a hablar por muchos.
Algo que usted, ni sus patrones van a entender, que en este lugar, que ustedes despectivamente llaman K, estamos un montoncito de milloncitos de personas, que nos hartamos de que nos metan el dedo en el culo.
Estamos este montoncito de milloncitos o puñaditos de milloncitos de argentinos, que ya probamos la comida, con que usted intenta sorprendernos, como si se tratara de una nueva receta.
Ya probamos su comida.
Ya conocemos a los cocineros.
Ya tomamos un amargo vino de sangre selección 76. Sabor indispensable para poder atragantarnos con su Neoliberal selección 90.
Ya probamos sus guisos de masacre con Roca. Sus postres del 55. Sus entradas con los indóciles cadáveres de Evita, el Che. Desapareciendo siempre en nombre de nuestros desaparecidos.
Ya probamos sus condimentos y sus excrementos.
Ya probamos la sangre de los nuestros.
Ya fumamos un Habano de país hecho mierda una vez, y otra más, y otra, en su cocina. Señor. Esa con nombre y dobleapellido.
Ya conocemos esos espejitos de mierda, porque nos devolvió regularmente una imagen bastante tenebrosa y bastante parecida a Hiroshima. Y éramos nosotros.
Ya la conocemos.
Ya la padecimos y nos padeció.
Ya sabemos, de qué se trata.
Ahora, le pido Señor, que con esa misma ligereza con que escribe acerca de temas que usted cree originales y son lo bastante ordinarios para que sus jefes, al menos, le den un tironcito de orejas, que le agregue la duda: Usted NO NOS CONOCE.
No sabe quiénes somos, ni cuántos, ni lo que estamos dispuestos a entregar para seguirnos soñando.
Usted no nos conoce Señor, porque nos estamos inventado a cada rato.
Ernesto Argañaraz
DNI 20462628

4 comentarios:

  1. Cuanta subestimación prodiga este Roberts a quienes defienden este gobierno. "¿Entenderán que está escrita con ánimo de elogio, de reconocimiento, o creerán, en una lectura superficial, que es una crítica, una más de las muchas que reciben por estos tiempos?" dice el muy cretino, pero todo el texto es una descalificación cobarde, con pretensión de condescendencia.
    Habrá recibido un par de palmadas en su inclinada espalda, herida de soportar tanta agachada por tan pródiga nota.
    Debe sentir el malsano orgullo de los empleados del mes, no necesitan mucho para sentirse merecedores de la mano tibia del patrón sobre sus quebrados rostros.
    Pobres tipos.

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  2. Eh, putooo! como puede ser que me entere por terceros que tenés blog?
    Guacho desconsiderado, te mando un gran abrazo desde San Luis

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  3. Pero que pedazo de pelotudo este Reymundo

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